SANTA CATARINA (Brasil).- La nevada se había cocinado durante la noche helada de la Serra Catarinense. Ello quedó a la vista a las 7.53 del sábado 9 de agosto cuando, para asombro de los pocos que a esa hora trataban de entrar en calor en el comedor del hotel Vale Tancon, comenzaron a caer cristales de nieve del mismísimo cielo de Brasil. Lo inesperado ocurría a 174 kilómetros al oeste de Florianópolis, la isla que para los argentinos que la invaden -siempre que el tipo de cambio se los permite- es sinónimo de lo contrario: playa, sol y calor. Está bien que Urubici, una de las ciudades clave de la Sierra de Santa Catarina, se sitúa a 915 metros sobre el nivel del mar. Y que aquí se encuentra Morro da Igreja, en cuya cumbre se registró, en 1996, la temperatura más baja de la historia de Brasil: -17,8 grados. Aún así, ver nieve y sentir frío a tres horas de las arenas de Canasvieiras es una escena digna de los Buendía y el universo de “Cien años de soledad”.

Claro que los copos caían y se deshacían, y que los gritos de admiración suscitados por la emoción de ver nieve y nevar en el lugar menos pensado fueron despertando a quienes se empeñaban en permanecer tapados hasta las orejas. Pronto las plataformas digitales se encargaron de airear la novedad a los cuatro vientos. Si bien el fenómeno climático ocurre en la Sierra de Santa Catarina cada invierno -sin interrupciones al menos desde 2021-, el frío resulta un exotismo muy atractivo, quizá un alivio raro, en un país que en febrero de 2025 fue noticia por sus sensaciones térmicas de 70 grados.

Ofrecer este espectáculo polar no era sin duda el objetivo de Embratur y Sebrae, los organismos que habían organizado el viaje de prensa para difundir los costados desconocidos del Estado de Santa Catarina, pero qué redondo les salió todo. Lo obvio se olvida pronto así como lo excepcional permanece. Esto último es lo que sucederá con este destino montañoso tan distinto del cliché y, a la vez, tan a mano del turismo, en especial del argentino. Sensaciones y experiencias originales esperan a quienes se animan a explorar tierra adentro, donde abundan cascadas y araucarias, y el paisaje convoca a descubrir la naturaleza y a arrojarse a la aventura.

Para el mal tiempo

La Serra Catarinense se extiende sobre 18 municipios y ocupa 16.000 km2, una superficie un poco más pequeña que la de la provincia de Tucumán. Es un territorio con condiciones óptimas para la práctica de deportes de montaña (trekking, mountain bike y escalada, por ejemplo) donde, además, crece a trancos brasileños la vitivinicultura, lo que a su vez impulsa un turismo gourmet floreciente. Por doquier se palpan las influencias de la inmigración germánica característica del sur. Un ejemplo de ese cruce latinoamericano es la chopería instalada en la planta baja de la Paróquia Nossa Senhora Mãe dos Homens (Parroquia Nuestra Señora Madre de los Hombres), en la plaza principal de Urubici. Aquel jueves 7 de agosto a las 19.37, mientras algunos urubicienses asistían a misa, otros bebían cerveza: mismo edificio, distintas plantas y niveles de conciencia. Esta capacidad para satisfacer sin drama intereses contrapuestos parece estar en la idiosincrasia serrana: los lugareños se precian de ser anfitriones cinco estrellas hasta el punto de que Booking.com identificó a Urubici como uno de los 10 destinos más acogedores del mundo.

Al mal tiempo y al frío, no buena, sino la mejor cara. Si las nubes bajan e impiden ver, no ya el horizonte, sino a cuatro metros de distancia, aparecen manzanas Fuji y, con ellas, la explicación de que las que se cosechan en la Serra, específicamente en el área de São Joaquim, tienen el sello de Indicación Geográfica en la modalidad Denominación de Origen (DO) otorgado por el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI). O sea, no se trata de una manzana cualquiera, sino de una jugosa, crujiente, dulce y redonda. Si ello no resultara suficientemente convincente para olvidar que llueve, hay niebla y el abrigo no alcanza, se pueden hacer dos o tres catas de vino al hilo. ¿Qué importa, entonces, si las nubes frustraron la visita a la majestuosa formación rocosa denominada Pedra Furada, en el Morro da Igreja? ¿O si antes se habían ocupado de impedir la contemplación del camino zigzagueante por la Serra do Rio do Rastro, que según dicen, por sí mismo justifica el viaje?

La determinación de los serranos catarinenses por complacer a sus visitantes, que incluye demostrarles que ellos no tienen nada que envidiar a las populares costas catarinenses, se expresa en la comida. La mejor fondue, el mejor chocolate caliente, el mejor plato de trucha y hasta la más rica “frutilla del amor” (una frutilla rellena con crema y bañada con caramelo que es el epítome de la dulzura) forman parte de esta experiencia diferente desde el punto de vista cultural, climático y paisajístico. Antes de llegar a la Serra ya se sabía de la maestría brasileña para domar el calor: después de algunos días en esta zona queda claro que el tudo bem, tudo legal también se aplica al frío. Tiene lógica: ¿qué más se puede pedir a esta altura del cambio climático que la vivencia de la nieve natural en Brasil?